Hace ahora ocho años, la Conferencia Internacional de Pekín, que había reunido a diversas organizaciones como la FIPA (Federa-ción Internacional de Productores Agrícolas) y la FCMM (Funda-ción Cumbre Mundial de la Mujer) decidieron instaurar el 15 de octubre como el Día Internacional de la mujer rural. Una jornada que se marcó como reto el reivindicar el importante trabajo de la mujer, que es el motor de la economía de los países; aunque a menudo su trabajo en el campo se vea como una simple colabora-ción al trabajo masculino y un apoyo secundario a la economía doméstica: no como una verdadera aportación.
Mucho ha llovido desde aquel lejano 15 de octubre de 1995, pero hemos tenido que esperar hasta este año para que se viera reconocida una de nuestras principales reivindicaciones. Las 165.000 mujeres rurales españolas amparadas bajo el paraguas de la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER), estamos llenas de satisfacción por haberse reconocido una de nuestras principales reivindicaciones. El veintisiete de abril de este año entraba en vigor la necesaria inclusión de las mujeres del campo en el Régimen Espacial Agrario de la Seguridad Social (REASS). Un hito importantísimo en el ámbito del reconocimiento de la igualdad de la mujer. Y sirva un botón como muestra la importancia vital de este hecho. Hasta ahora, tras una dura jornada en el campo, donde la mujer trabajaba junto al hombre, aún tenía que desempeñar las tareas del hogar. Una labor, la del campo, no registrada, como decía antes, porque la Administración tan sólo reconocía al titular de la explotación, que solía ser el hombre. Esto significaba que la mujer quedaba excluida de cualquier ayuda o subsidio en caso de baja laboral o jubilación. Una situación de indefensión que queda solucionada, a partir de ahora, con su inclusión en el REASS. A partir de ahora, la mujer rural tendrá reconocida su labor en el campo, tendrá derecho a retribuciones de la Seguridad Social derivadas de su trabajo, cotizado debidamente al instituto social, y podrá beneficiarse de todas las ventajas de ser titular de su propia cartilla.
Pero aún quedan muchas cosas por hacer dentro del co-lectivo de mujeres rurales, aunque el camino andado hasta ahora ha sido importante. Hace veintiún años, cuando AFAMMER echaba a andar, la mujer no estaba incorporada al mundo laboral como lo está ahora. Una sociedad aún anquilosada en viejas cos-tumbres, marcaba que la labor de la mujer se debía preparar para la realización de las tareas del hogar, mientras que para los hom-bres se destinaban fines más ambiciosos, como el estudio o enca-bezar la explotación familiar. La mujer ayudaba en las tareas del campo al padre, esposo o hermano, siguiendo su labor en el hogar, realizando las tareas que tenía asignadas. Largas jornadas de trabajo que, sin embargo, no se veían recompensadas ni reco-nocidas de ninguna manera. Y sin embargo, la mujer ha desarro-llado un papel fundamental en el mundo agrario, aportando su fuerza de trabajo en la explotación familiar, siendo una pieza in-dispensable para su mantenimiento.
Algunas pioneras de AFAMMER en la reivindicación de la mejora de la situación de estas mujeres me acompañaban en estos primeros años a los pueblos para ofrecer charlas dedicadas a mostrar a estas mujeres la realidad desde otro punto de vista. Desde el primer momento pudimos comprobar que nuestras pro-puestas eran poco más que una provocación. Pero lo que nos lle-naba de satisfacción y nos empujaba a seguir luchando era la ex-presión de sus rostros, que manifestaban asombro e incredulidad ante una realidad totalmente diferente a la que estaban viviendo. En nuestra asociación nos dimos cuenta desde el principio que, para cambiar esta visión que, dentro del propio campo español, se tenía de la propia mujer rural debíamos seguir dos caminos: el de la formación, para fomentar el acceso de la mujer al mundo del trabajo; y uno más largo y lleno de dificultades: sensibilización social que ayudara al necesario cambio de mentalidad.
Desde 1982 en AFAMMER trabajamos conforme a unos objetivos que nos hemos marcado, que no son otros que promocionar la mejora y defensa desde todos los puntos de vista (el social, el económico y el cultural) de los alrededor de ocho mi-llones de mujeres que viven en el entorno rural y que desarrollan su labor diaria en estos núcleos. En nuestra ONG nos afanamos en impulsar esa igualdad de oportunidades, buscando fórmulas que permitan el reconocimiento profesional y legal de las mujeres sin aumentar los costes, para lo cual examinamos todos los aspectos relacionados con el desarrollo de la calidad de vida en el medio rural. Queremos que el hombre se sensibilice con nuestra reivin-dicación y nuestra situación y que se avengan a conciliar la vida familiar con la profesional.
¿Y cómo trabajamos para lograr los objetivos que nos hemos marcado desde entonces? En la actualidad, nuestra organi-zación se estructura en cuatro áreas de actividad específicas, que muestran muy a las claras cuáles son nuestras prioridades: el área de Formación, el de Empleo y Desarrollo Empresarial, el área de Participación en Organismos y Programas y el departamento de Información. Todas ellas interrelacionadas entre sí y dirigidas a cumplir los objetivos programados. Nuestra labor en favor de la paridad de derechos de la mujer con los del hombre se encaminó, ya en el origen de AFAMMER, hacia la formación y la integra-ción del colectivo femenino en nuevos yacimientos de empleo, como son el turismo rural, la gestión de industrias agroalimenta-rias, entre otros. Un objetivo que ha obtenido numerosos éxitos. Nuestros programas formativos en las distintas comunidades han formado a más de 21.000 mujeres, gracias a la administración só-lo el año pasado se formaron 8.222 mujeres.
Una formación que ha permitido poner en relación las nuevas tecnologías con las mujeres rurales, ya que se trata de un colectivo que tenía un acceso bastante difícil, por diferentes moti-vos, a las últimas novedades. Con la diversificación de activida-des complementarias al sector Primario hemos conseguido que en el mundo rural nos encontremos proyectos de auténtico interés encabezados por las mujeres y en diversos ámbitos, como el coo-perativismo, el turismo o la gestión de industrias agroalimenta-rias. La apuesta decidida por el fomento de programas de forma-ción y de asistencia técnica han facilitado a la mujer su acceso al mercado laboral, donde se incluyen, en muchos casos, ayudas es-pecíficas a mujeres que tienen iniciativas empresariales de auto-empleo. Así, gracias a AFAMMER se han creado en España co-operativas de servicios sociales de diversa índole, sociedades de diversa índole, como un tostadero de almendras o una empresa de bordados de diseño por ordenador o casas de turismo rural. Inicia-tivas que han creado más de 300 puestos de trabajo a tiempo par-cial y cincuenta empleos fijos para mujeres
Más difícil, sin duda, ha resultado cambiar de mentali-dad; convencer a las mujeres de que su labor podía superar las cuatro paredes de su casa, que tenían la capacidad suficiente como para ponerse a la cabeza de sus propias explotaciones y que podí-an capitalizar proyectos económicos de autoempleo. Desde AFAMMER hemos contribuido a ese necesario cambio de menta-lidad en el campo español que permita a las mujeres ser reconoci-das como se merecen. Este ha sido el objetivo que se marcaron en su momento las innumerables campañas de sensibilización, pues-tas en marcha por nuestra asociación y que contaron con la cola-boración del Instituto de la Mujer del Gobierno de España y las direcciones Generales de la Mujer de las distintas Comunidades Autónomas. Jornadas, charlas coloquios, conferencias, talleres… iniciativas que han tratado de numerosos aspectos que afectan a este colectivo, como la igualdad real de oportunidades con los hombres, la familia, la salud, el empleo, el medio ambiente (en cuya defensa estamos muy concienciadas) o el consumo.
Esta sensibilización ha trasgredido el mundo rural para pasar a implicar al resto de la sociedad. Nuestra labor también se ha encaminado a suscitar una mayor comprensión y solidaridad hacia la sociedad rural por parte de las Administraciones públicas y entidades privadas, con el fin de facilitar a las mueres rurales y sus asociaciones la creación de redes que les permitan promover y participar activamente en las políticas de desarrollo rural. Hemos creído conveniente desde AFAMMER elevar nuestra voz, la voz de las mujeres rurales, a los foros donde se decide nuestro futuro. Así, AFAMMER ostentó la presidencia del COPA (Comité euro-peo de Organizaciones Profesionales Agrarias), donde están re-presentadas organizaciones de mujeres agrarias de los quince paí-ses de la Unión Europea; de EURORURAL, (la organización eu-ropea encargada de promover y potenciar el turismo rural); es miembro consultivo de la Organización de Naciones Unidas (ONU); estuvo presente en la Conferencia Internacional de la Mu-jer de Pekín, en la que se fijó el Día Internacional de la Mujer Ru-ral; y colaboró, hace nueve años, en la elaboración de la carta para la igualdad de Oportunidades de las Mujeres del Medio Rural.
Gracias a todas las iniciativas y trabajos relacionados anteriormente y algunos más, que sería prolífico en detallar, hemos logrado desarrollar una auténtica ‘revolución silenciosa’ que ha conseguido dar algunos suculentos frutos en estos más de veinte años. La mujer rural de hoy en día ha conseguido, en mu-chos casos, incorporarse con pleno derecho al mundo laboral y se comienza a reconocer su importante labor en las explotaciones agrarias y ganaderas, donde la incorporación de la mujer al REASS ha sido la última gran conquista social. En definitiva, hemos conseguido que las mujeres rurales se deshagan de los ta-búes sociales que le constreñían y ha comenzado a asociarse, a recualificarse y a concienciarse. En definitiva, hemos logrado convencerlas de que la igualdad de oportunidades con los varones no es una utopía; es real, y que sólo se logra mediante el trabajo y la reivindicación.
No hay que olvidar que el mundo rural sufre de una notoria falta de equipamientos sociales si lo comparamos con el mundo urbano. Una deficiencia que sufrimos también las mujeres como integrantes de este mundo. La falta de centros de atención infantil y de mayores, de centros de salud suficientemente acondicionados o centros de nuevas tecnologías suficientemente dotados y que permitan a sus ciudadanos acceder a la alta tecnología perjudican la integración de estos núcleos en la vida social y cultural de nuestro país. Y es en este campo donde las mujeres rurales podemos jugar un papel ejemplar, encaminando nuestros esfuerzos y nuestra dedicación profesional a trabajar en estos servicios, y colaborar en el desarrollo de nuestras sociedades.
Ha sido un camino duro hasta llegar aquí y nos queda mucho por hacer. El reto que se nos presenta en este siglo XXI recién comenzado es conseguir, de una vez por todas, que noso-tras, las mujeres rurales, seamos las verdaderas protagonistas de nuestro futuro, se nos reconozca nuestra labor oscura y silenciosa, porque somos la pieza clave en la estructura del desarrollo rural español. Las nuevas generaciones de mujeres rurales tienen ante sí la enorme responsabilidad de aprovechar el esfuerzo realizado por sus madres, trabajando arduamente en esas dobles jornadas en el campo y en la casa, a la vez de luchar para intentar romper los tabúes y estereotipos que rodeaban su situación. Las nuevas muje-res rurales tienen un mayor acceso a la educación, a los Ciclos Superiores de Formación Profesional y a la Universidad, contri-buyendo y aportando su ‘granito de arena’ a que hoy las mujeres tripliquen en número a los hombres en matriculaciones universita-rias. Hoy, en el Día Internacional de la Mujer Rural, tenemos que lanzar un grito en recuerdo de tantos sacrificios, tantas jornadas de trabajo y tantas trabas impuestas para llegar a donde nos en-contramos actualmente. Hemos recorrido un largo camino, pero aún queda mucho por andar. Al final del mismo está la igualdad real entre hombres y mujeres en el heterogéneo, y muchas veces olvidado, mundo rural.
Carmen Quintanilla Barba.
Presidenta Nacional de la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural, Afammer.
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