Madrid, 22 de abril de 2004.- Las expectativas eran muchas y la decepción ha sido total. España que es el país con mayores intereses en los cuatro sectores que afrontaban reforma, ha sido sin lugar a dudas el gran y único perdedor en esta negociación. Mientras que Italia, Francia, Portugal y Grecia han conseguido mejorar la situación en sus respectivos cultivos, España ha cosechado uno de sus más estrepitosos fracasos abocando a dos cultivos como son el algodón y el tabaco a su desaparición y dejando al sector del aceite de oliva en una difícil situación y sin el justificado incremento presupuestario, algo que, paradójicamente, sí logran nuestros vecinos lusos y galos.
Bien por exceso de confianza de nuestros negociadores, por una ambición mal calculada o por el comportamiento esquivo de países como Alemania o Francia, “nuestros aliados naturales” a los que el nuevo Gobierno ya había comunicado su intención de ser receptivo a sus demandas en la negociación de la Constitución Europea , el caso es que España ha visto frustradas todas sus expectativas al no conseguir ninguna de las demandas que planteaba como irrenunciables.
En aceite de oliva, la reforma menosprecia e ignora la realidad productiva del olivar español y los olivareros españoles se quedan sin el incremento presupuestario, justificado y necesario, al no conseguirse, ni siquiera los 50 millones de euros adicionales que inicialmente parecían un objetivo fácil. Paradójicamente, se incrementa el presupuesto de Portugal y Francia mediante el reconocimiento de las plantaciones realizadas con posterioridad al 1 de mayo de 1998.
Mas a nuestro pesar, se amplía a cuatro años (desde la campaña 99/00 hasta la 02/ 03) la referencia para el cálculo individual del pago desacoplado y el Consejo aprueba una reforma que consiste en desacoplar como mínimo un 60% de la ayuda que puede llegar hasta el 100%.
Respecto al cultivo del algodón, la reforma supone firmar su desaparición. A partir de la fecha de aplicación, año 2006, no se sembrará prácticamente ni una solo hectárea de algodón en España, ya que desacoplar un 65% de la ayuda actual supone que los costes de cultivo no compensarán la ayuda ligada a la producción.
Resulta insólito que la reforma finalmente aprobada sea incluso peor que la propuesta de la Comisión. En estas condiciones, hubiera sido preferible un desacoplamiento total (100%), ya que el agricultor que se ve abocado a dejar de producir, al menos, se habría asegurado los fondos que venía percibiendo.
Por último, en cuanto al cultivo del tabaco, el acuerdo cerrado en Luxemburgo resulta nefasto para los productores españoles. De 2006 a 2010 se establece un régimen transitorio con un 40% desacoplado y un 60 % acoplado. De 2010 en adelante se pasa a un régimen de desacoplamiento total (50% para pago único y 50% para programas de reestructuración en las zonas afectadas. En suma, se ha puesto “fecha de caducidad” al cultivo del tabaco en España que es el año 2010. Lamentablemente, en este sector también se ha empeorado claramente la propuesta inicial de la Comisión.
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