Los animales de producción están expuestos a la contaminación por plomo, especialmente debido a la alimentación. Las materias primas de los piensos pueden proceder de áreas con elevada polución o próximas a zonas industriales. No obstante, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria considera que los niveles medios de plomo detectados en la alimentación animal en Europa son, generalmente, demasiado bajos para inducir síntomas clínicos de toxicidad.
El vacuno y el ovino son las especies más sensibles a la toxicidad por plomo. La AESA recomienda que se controlen los pastos, especialmente sobre los que se aplican deyecciones animales, así como los que están próximos a zonas industriales y a incineradores, con el fin de identificar los terrenos que pueden constituir un riesgo para la salud animal.
El plomo se acumula especialmente en el tejido de los riñones y el hígado, así como en los huesos. En el tejido muscular suele contener pequeñas cantidades de residuos y la cantidad de plomo que se puede transmitir por la leche es normalmente limitada.
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