La celebración este 15 de marzo del Día Internacional del Consumidor es una ocasión inmejorable para reflexionar sobre la evolución que protagoniza el consumidor actual y las consecuencias más directas para todos aquellos que, como nosotros los baserritarras, producimos nuestros alimentos para consumo humano.
Esta evolución, o mejor dicho revolución, ha quedado bien patente en la reciente feria ALIMENTARIA celebrada en Barcelona donde se ha reunido todo el sector agroalimentario del estado y que se ha convertido en un grandioso escaparate para todos aquellos productores, elaboradores y comercializadores que quieren atraer hacia sí al consumidor de alimentos.
Triunfan todos aquellos alimentos relacionados, bien por sus cualidades naturales bien vía marketing, con lo natural y saludable porque todos los estudios de orientación del consumo predicen que el consumidor final está extraordinariamente preocupado por su salud y por su imagen, a lo que yo me atrevería a añadir, teniendo en cuenta la experiencia de venta de cada día, la dificultad de llegar a fin de mes.
Los consumidores actuales pretenden o pretendemos alcanzar muchos objetivos y abarcar muchas cuestiones con unos ingresos que no se estiran y por lo tanto, como hay que vestir bien; ir de vacaciones todos los puentes y fiestas de guardar; alternar fuera de casa; equipar la casa con lo mejor de lo mejor; lucir un coche última gama y otras muchas cosas, es fácil deducir por donde suelen “ahorrar” los consumidores que no es otro sitio que el consumo alimentario en el hogar.
Los estudios van reflejando la progresiva reducción del consumo alimentario dentro del hogar mientras que el consumo alimentario en hostelería y restauración crece imparablemente; es decir, cada vez comemos más fuera de casa, bien por motivos laborales, educativos, etc. bien por motivos de ocio por lo que, el consumidor suele “racanear” en el consumo domiciliario, invisible para el conjunto de la sociedad y sin perjudicar la imagen y apariencia que cada uno de nosotros quiere proyectar hacia su entorno más inmediato.
Por otra parte, los estudios más recientes también muestran bien a las claras el otro gran vector que rige nuestro consumo, la rapidez en su preparación.
Esta cuestión, la rapidez, comodidad y facilidad en la preparación es el factor que va adquiriendo más importancia en el momento de orientar nuestro consumo y porque no decirlo, en el subsector de los más jóvenes, alcanza niveles preocupantes donde la facilidad y la rapidez priman sobre cualquier otro factor, incluso, sobre la salud.
Estos 2 grandes vectores, salud y rapidez, son las cuestiones que los productores vascos y las estructuras de transformación y comercialización en las que participamos deben tener muy en cuenta si es que quieren o/y queremos seguir contando con el respaldo de los consumidores vascos porque de otra manera, podemos seguir produciendo alimentos que nosotros consideramos de excelente calidad pero que son rechazados por los consumidores por que ni encajan con el vector de salud (imagen, dieta, enfermedades, etc.) ni con el de la rapidez.
Hay que analizar al consumidor, observar sus preferencias, orientar nuestros productos hacia los nichos de mercado más interesantes (tipos de hogar con más poder adquisitivo, tiendas de delicatessen, familias reducidas, etc.) y además potenciar otros vectores como el placer y la tradición tan inherentes a nuestra producción y a nuestra cultura gastronómica pero, todo ello, vuelvo a repetirme, sin perder de vista los grandes vectores que rigen el consumo actual y sin dejar que sean las grandes empresas alimentarias, sean multinacionales o no, quienes se apoderen de apelativos como artesano, tradicional, natural, etc. que tan lejos les queda pero que acaparan a través de potentes campañas de marketing.
Mikel Arteaga Arruti
Presidente de la Organización Agraria ENBA de Gipuzkoa
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