Siempre es difícil buscar el título de estas líneas que tengo por costumbre escribir para intentar trasladar, a todo el que tenga ganas de perder parte de su precioso tiempo en leerme, lo que piensa un agricultor de Bercianos del Páramo. Muy complicado me resulta resumir en pocas palabras ideas que se agolpan, se amontonan… y que en muchas ocasiones cuesta concretar en varios miles de caracteres… Pero creo que hoy he acertado plenamente, permitidme la inmodestia. “Los gritos del silencio” es el título, recuerdo para aquellos que quizás nunca lo hayan escuchado, de una brillante película de acción, “de guerra” que llamábamos antes, que viene ni pintado para definir la situación que ahora voy a relatar.
No sé muy bien, probablemente ese día no fui a la escuela, vaya usted a saber el motivo, si esas cuatro palabras son una metáfora, una paradoja o cualquier otro giro de los que permite nuestra rica lengua, pero lo que si puedo asegurar es que resume perfectamente lo vivido en estas semanas pasadas en el sector de la remolacha no sólo de esta comunidad autónoma sino de todo el país en general.
Y es que existen silencios que, desde luego, son bastante más sonoros que el más estridente de los gritos que cualquier aficionado deportivo pude lanzar al aire con la llegada de un gol o una canasta. Poco se ha oído estos días sobre dos temas muy importantes que se han producido relacionados con la remolacha y el azúcar que de ella se extrae. Primero, el asunto de la corrección que la Unión Europea, a través de un complejo procedimiento, ha realizado del recorte de nuestros derechos de contratación, para los técnicos más puristas retirada preventiva o antes desclasificación, que llevó a cabo a principios de la campaña para tratar de ajustar la oferta y la demanda de azúcar; y segundo, el “hueco” que se ha producido en el sur, más de 200.000 toneladas de remolacha, que, tal vez, podría ser cubierto por las nuestras al mismo precio cobrado por los andaluces, 47 euros más o menos ¿podemos los cultivadores dejar pasar oportunidades como esas?, ¿están en disposición nuestras rentas y nuestras explotaciones de renunciar a más de 500 millones de pesetas?, por lo menos tenemos que intentarlo, que para eso estamos aquí los que nos dedicamos al cada vez más complicado mundo del sindicalismo agrario..
En ambos casos buena parte del sector, sólo desde UCCL – COAG se ha salido a este embarrado terreno de juego, ha permanecido callado, en el más absoluto de los silencios, los otrora “expertos mundiales” han preferido mirar hacia otro lado, escurrir el bulto, dejar pasar y dejar hacer… las antiguas voces reivindicativas han dado paso a “sospechosas”, porque no decirlo, ausencias que, al menos, dejan presuntas sombras, dudas sobre para quién vendimian algunos ahora.
Pero, toda moneda tiene dos caras y en esta de la remolacha no iba a ser menos. Frente a lo que hemos dado en denominar “los gritos del silencio” aparece, aquí se me hacía complicado buscar un título cinematográfico adecuado entre todas las películas del denominado cine de catástrofes o de terror, aparece con voz alta y rotunda Mariann Fischer asegurando que los remolacheros todavía no han hecho el esfuerzo suficiente para abandonar el cultivo y cumplir con los objetivos que se había marcado en la reforma de la OCM del azúcar. Europa ha abandonado ya 1,1 millones de toneladas de azúcar, buena parte de las cuáles se corresponden con la desaparición del cultivo en Irlanda o las importantes reducciones de Italia, cifra que en mi opinión no es nada ridícula, pero ¿cuál es el problema?, que Francia y Alemania han incrementado su cuota en casi otras 600.000 toneladas como les permitía la reforma. La Comisaría en vez de lanzar sus ataques contra estos países, los más poderosos de la Unión Europea en este tema al menos, prefiere concentrarse en los más débiles, como buena estratega que es, y ataca a los países del este recién incorporados y a los del sur, entre ellos a nuestra España, a los que pide un mayor esfuerzo para el abandono de la producción, amenazando además con recortes lineal a partir del año 2010 si en esa fecha no se ha alcanzado el objetivo ¡ ole sus c….!
Al final esto de la remolacha ,como otras tantas cosas en la vida, se resume en una lucha entre los ricos y los pobres, los poderosos y los más débiles… en la que casi siempre ganan los primeros, pero en la que por lo menos nos queda la esperanza, la ilusión, tal vez el deseo de pelear por mejorar nuestra situación, de dar la batalla aunque sepamos que lo tenemos complicado, de no dar un paso atrás si tenemos la razón y a los agricultores o los ganaderos de nuestra parte, siguiendo, además, el ejemplo que alguien que hace poco nos ha dejado pero que nos ha marcado el camino, nos ha indicado la senda a seguir y para el que nuestro trabajo sindical y personal va a ser el mejor tributo.
“¿Para quién vendimian algunos ahora?” posible ventana.
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