Más de 40 científicos y expertos de diferentes universidades y centros de investigación de América del Norte y de Europa se reunieron en Québec el pasado mes para participar en el Intercambio Científico del Instituto Rosell-Lallemand. Dicho encuentro se centró en la intrincada y compleja relación entre el cerebro y el aparato digestivo. El concepto del eje cerebro-intestino no es nuevo, sino que data de los años 60.
El profesor Stephen Collins del McMaster University Medical Centre (Canadá) considera que según este modelo, cambios en las respuestas cerebrales, tales como estrés o ansiedad, influyen en la fisiología del intestino, alterando el habitat para la microbiota. A su vez, la microbiota influye en la inmunidad y fisiología del intestino a nivel de la mucosa intestinal.
Hasta ahora, los probioticos en alimentación animal se habían utilizado para optimizar la eficacia de los piensos y en el control de patógenos. En los últimos años, los científicos también han confirmado que interaccionan con el sistema inmune. Con su acción en el equilibrio de la microflora del intestino, los probióticos podrían afectar también al eje cerebro-intestino, según se ha confirmado en el seminario.
Durante la sesión se ha presentado más de 10 estudios científicos mostrando como preparaciones probióticas específicas jugaban un papel en el comportamiento de los animales y su reacción al estrés y la ansiedad.
El Dr Nicola Walker (Lallemand, Montreal) demostró que el parto es un momento de gran estrés para la cerda y una etapa especialmente crítica en su ciclo de producción, induciendo un enorme cambio en su microflora digestiva. En una investigación realizada se comprobó que cuando la cerda recibía la levadura prebiótica Saccharomyces boulardii I-1079 durante las tres semanas previas al parto, su microflora estaba menos afectada por el estrés, indicando un grado de estabilización y reduciendo la proliferación de patógenos oportunistas. Por tanto, consiguiendo un mejor desarrollo y estado sanitario del animal.
El Dr Alex Bach, from IRTA, Barcelona presentó un estudio que demostraba que la levadura específica para rumiantes, S. cerevisiae I-1077, puede ayudar a regularizar los patrones de alimentación en vacas lecheras.
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