Esta semana se ha presentado en Francia, el informe que ha realizado un grupo de parlamentarios, para evaluar el impacto que supondría para la agricultura francesa, dejar de usar el herbicida glifosato. El presidente francés Emmanuel Macrón prometió, durante su campaña electoral, que Francia abandonaría el glifosato el 1 de enero de 2021. El problema de las promesas electorales es que, en teoría, hay que cumplirlas y que las fechas anunciadas terminan acercándose irremediablemente.

Los diputados ponentes del informen señalan que dejar de usar glifosato le supondría al agricultor francés un costo adicional que oscila entre 50 y 150 €/ha y  año. En concreto, el informe señala un coste  adicional de la transición a métodos alternativos de desmalezado de 950 M€ para los agricultores franceses de grandes cultivos. El coste de la  mano de obra aumentaría en 12.7 M€ de horas extra. El consumo de combustible se triplicaría o incluso se cuadruplicaría (87 M€) además de las inversiones que habría que realizar en nuevos materiales. En total se estima un coste de entre 2.000 a 3.000 millones de euros.

Además del coste económico, la realización de estas prácticas mecánicas para quitar las mala hierbas, tendría un cuantioso coste medioambiental.  El informe calcula que se emitirían 226.000 toneladas adicionales de CO 2 . También habría que considerar que en algunas zonas, la orografía del terreno impediría estas práctica mecánicas, como en suelos muy inclinados. Por otro lado, el informe también señala las distorsiones de la competencia que se producirían por una prohibición unilateral por parte de Francia.

Los parlamentarios destacan que la idea no es reemplazar el glifosato con otra molécula, sino dar medios humanos y financieros a nuestros agricultores para compensarlos por la prohibición.