El trabajo del obtentor de nuevas variedades vegetales de cereal tiene como pilar fundamental el incremento de los rendimientos económicos del cultivo, es decir, de la mano de la mejora génica, la creación de variedades más productivas y más resistentes.
Para ello, el obtentor durante las últimas décadas ha centrado gran parte de su esfuerzo en el desarrollo de nuevas variedades, que no solo produzcan más espigas y más granos por espiga, sino que también sean más resistentes a las infestaciones de determinadas enfermedades y al ataque de plagas, permitiendo al agricultor un ahorro económico significativo en tratamientos fitosanitarios.
Durante los últimos años, el campo español se enfrenta a un nuevo reto, conocido como “cambio climático”. Un reto no solo para el agricultor, si no también para el sector obtentor, que trabaja para la creación de nuevas variedades que se adapten a estos condicionantes climáticos cambiantes, en sí mismos adversos para el correcto crecimiento fisiológico de las plantas.
El escenario que nos encontramos en los últimos años en todas las zonas agroclimáticas de la geografía española es de precipitaciones cada vez más inestables, un incremento de los periodos de sequía, un aumento de la temperatura máxima y un aumento en los días de duración de los golpes de calor. Y este clima cambiante va a continuar, como así muestran los modelos de predicción para distintos escenarios, que nos avisan de la situación para los próximos años.
En el cultivo de cereal, el incremento de las temperaturas unido a un estrés hídrico son un factor limitante en el rendimiento final que obtiene el agricultor. Actualmente ambos factores, resistencia a altas temperaturas y al estrés hídrico son un criterio principal de selección que se está aplicando en los programas de desarrollo de variedades.
Para ello, estos programas de mejora varietal se establecen en campos de ensayo ubicados en zonas con una climatología adversa, sometiendo a los materiales vegetales a escenarios deficitarios de agua con el objetivo de seleccionar aquellos individuos que resistan más. Además de ello, y desde una perspectiva genética, los caracteres presentes en los cereales que expresan esta resistencia, tanto al estrés hídrico como a las altas temperaturas, se encuentran identificados, y por medio de la combinación de las herramientas de mejora genética que dispone el obtentor se está buscando alcanzar los objetivos de forma más rápida y eficiente, y trabajando en que ambos factores puedan expresarse a la vez.
Así mismo, el sector obtentor tiene identificado un periodo crítico para el desarrollo fenológico de los cereales, donde el agricultor puede ver reducido el rendimiento de su cultivo en un 75 por ciento. Este periodo, que de media viene a durar tres semanas, se encuentra entre 10 días antes del inicio de la fase vegetativa de antesis hasta 10 o 15 días después, es decir, durante el periodo en que el cereal forma el grano. Diferentes estudios indican que el cereal durante ese periodo aguanta sin ver afectado su rendimiento hasta una temperatura máxima de 28 ºC, lográndose un equilibrio entre la deshidratación exterior y la absorción de agua radicular. Por encima de 30 ºC en la temperatura, en general y para el cultivo del cereal, ya produciría una ligera pérdida de producción, y temperaturas superiores a 32ºC que combinado con un estrés hídrico supondría una pérdida de rendimiento considerable.
En el desarrollo de las futuras variedades que entrarán a registro, que serán variedades mejoradas más resistentes al estrés hídrico y a altas temperaturas en la fase de producción a llenado de grano, también se está logrando materiales más eficientes en la absorción del agua y que cuenten con mecanismos de adaptación a estos condicionantes, que evite que se produzca una senescencia precoz de los órganos verdes de la planta, principalmente durante el periodo vegetativo crítico para la producción. Todo ello manteniendo los caracteres que expresan resistencia al frío invernal, ya que, si bien los inviernos cada vez son más cortos, siguen siendo muy extremos en algunas zonas de cultivo.
En conclusión, la industria de obtención de nuevas variedades de cereal actualmente está trabajando en el desarrollo de nuevos materiales que aporten al agricultor, además de un mayor índice de cosecha, una serie de mecanismos de adaptación que permita al cultivo aprovechar el agua disponible de forma más eficiente, y salvaguardar la producción en aquellos momentos donde el estrés hídrico y la alta temperatura más influye a la cosecha final. Variedades a su vez con un llenado de grano más rápido, de forma que se acorte la duración de ese periodo considerado como crítico, y donde las condiciones del clima más negativamente indicen en el rendimiento productivo final. Por último, variedades con periodos de vernalización más cortos, es decir, menores necesidades de horas frío para la inducción al espigado, pero que mantengan la resistencia al frío invernal más extremo.
Estos objetivos en los que trabaja el sector obtentor en España son alcanzables, y permite que el agricultor actualmente ya disponga de nuevas variedades adaptadas a los condicionantes climáticos adversos que cada vez son más frecuentes. Pero este esfuerzo continuo del sector obtentor, solo es posible, si se le garantiza un retorno económico suficiente derivado del cumplimento de la normativa vigente, que le permita seguir invirtiendo en investigación y desarrollo de nuevas variedades ante los próximos retos.
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