Hace unos días leí el análisis adicional de la Comisión Europea sobre la revisión de la Directiva sobre el Uso Sostenible de Productos Fitosanitarios (PPP). Este estudio complementario fue solicitado por el Consejo a finales del año pasado. Dudosos, varios Estados miembros pidieron un análisis más exhaustivo de la propuesta y del objetivo fijado por la Comisión Europea para cuantificar las consecuencias de los objetivos de reducción propuestos a la luz del contexto geopolítico modificado.
Alerta de spoiler: el nuevo escrutinio de la Comisión no añade nada sustancial al primero (presentado en junio de 2022) y elogia su trabajo, afirmando que toda la información solicitada por el Consejo ya está disponible en la primera evaluación. No es sorprendente que, durante casi cuatro años, la Comisión se haya negado a realizar una evaluación de impacto exhaustiva de su estrategia De la granja a la mesa, prefiriendo enterrar la cabeza en la arena.
Como enólogo italiano, lo que me derribó de mi silla es la insoportable ligereza que los servicios de la Comisión tomaron hacia la producción de alimentos, señalando con el dedo a algunos cultivos específicos: de hecho, el análisis del ejecutivo europeo reconoce que las peores consecuencias -en términos de producción – afectará a algunos cultivos “que no son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria europea”, mencionando específicamente las uvas, el lúpulo y los tomates. Es absurdo que un organismo que se supone que debe garantizar el buen funcionamiento del mercado único, la protección del consumidor y la aplicación de la ley pueda respaldar tal enfoque cuando se trata de la producción de alimentos y admite que los productos agrícolas emblemáticos serán «sacrificados» porque podemos vivir sin ellos!
Detrás de cada cultivo mencionado, hay todo un universo económico y social: desde la maquinaria hasta la prensa sectorial, desde la biodiversidad que gravita en torno a cada planta en el campo hasta los servicios paisajísticos, desde el sector viverista hasta el packaging, toda una cadena productiva formado por profesionales apasionados sigue la planta desde las primeras etapas de crecimiento hasta la cosecha y hasta el mercado.
No se puede compartir la opinión de que dentro del sector agrícola hay cultivos y producciones marginales: la agricultura es uno de los sectores punteros de la economía europea precisamente por su amplia gama de diferentes productos agroalimentarios, desde la producción a gran escala hasta la producción más pequeña y especializada. productos que son importantes precisamente por su especial naturaleza y excelencia.
Otro aspecto clave, y en mi opinión subestimado, es la importante caída de producción que esta propuesta, de implementarse, supondría a nivel europeo. Tendría el efecto de abrir espacio de mercado a productos de fuera de Europa con efectos económicos muy negativos para toda la economía. Solo en vid, la propia Comisión admite que al menos el 28 % de la producción de uva de Francia, el 20 % de Italia y el 10 % de España -que, sumando los tres países, representa más del 50 % de la producción mundial de vino en 2022- estaría perdido. Si bien debilitaría enormemente nuestra balanza comercial, esta producción se equilibraría en cualquier caso con un aumento de las importaciones de terceros países, ya que el consumo no caería proporcionalmente. ¿De qué serviría importar vinos del otro lado del planeta de los que ni siquiera conocemos sus estándares de producción?
Muy pocas personas en Bruselas son conscientes de todos los esfuerzos realizados por los viticultores y las cooperativas vitivinícolas durante los últimos años para reducir el impacto del sector. Este trabajo no se puede realizar de la noche a la mañana; es un proceso de reemplazo progresivo con alternativas, prácticas avanzadas y monitoreo. Con todos mis compañeros enólogos y viticultores, no queremos bloquear ni ralentizar la transición hacia una mayor sostenibilidad. Al contrario, queremos y debemos ser partícipes activos del diálogo conducente a la reducción del impacto de su actividad económica, para llegar a objetivos realistas, y no a forzar e imponer metas que nos alejen de un resultado que de lo contrario, beneficiará a toda una economía.
El vino es uno de los productos que conforman la identidad agroalimentaria europea, un fuerte marcador que la Comisión Europea siempre ha apoyado hasta hace poco, en particular en sus campañas de promoción con nuestros socios comerciales. Durante años, los carteles de la Comisión Europea han estado diciendo «Disfrútalo ES de Europa». Solo deseo que algún día no tengamos que decir: «Disfrútalo FUE de Europa».
No se hace mención a la destilación de crisis…..
El sector tendrá que reestructurarse también