Los apicultores de las antípodas disponen ya de un instrumento del que carecen los europeos: el gobierno neozelandés ha autorizado un cebo selectivo con insecticida (fipronil), que no afecta a las abejas. Durante 2015 se ha probado en espacios naturales y se ha comprobado que reduce la población de avispas en un 95%, por lo que ahora se ha dado el paso de autorizar su uso, incluso por particulares que cumplimenten un test on-line, conforme a los procedimientos para el uso de pesticidas.
Las especies de avispas invasoras en Nueva Zelanda son distintas de las que hacen daño en nuestras latitudes, pero su comportamiento y fisiología es muy similar, por lo que técnicas similares podrían utilizarse si se consiguiera su autorización.
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