Al inicio de la campaña de siembra de trigo en Argentina, los pronósticos no son nada halagüeños. La Asociación
Argentina de Trigo (Argentrigo) estima que la intención de siembre es inferior a la del año pasado, que fue de 4.680.000
ha. La Sociedad Rural prevé un descenso de la superficie sembrada del 15% respecto a la del año anterior, mientras que la Bolsa de Cereales de Buenos Aires cuantifica la rebaja en un 20%, hasta las 3.700.000 hectáreas.
De esta forma, las estimaciones de cosecha, siempre que el régimen de lluvias se normalice, oscilaría entre 8,5 y 9 millones de toneladas, cifra que queda muy lejos de los 16 millones de tn correspondiente a la campaña 2007/08. El descenso de la producción se debería al efecto combinado de la reducción de la superficie sembrada y la menor inversión en tecnología en este cultivo.
La disminución de la superficie sembrada es debida a unos precios que necesitan rendimientos superiores a 3.500
kg/ha para obtener beneficios, consecuencia del intervencionismo que se ejerce en el sector de los granos, y que en el caso del trigo, este año se ha visto agravado por la desaparición de la competencia de los exportadores, al estar cerrada la exportación, dejando a los molinos como únicos compradores del cereal, según publica el Boletín Exterior del MARM.
Con el fin de incentivar el cultivo, el Gobierno argentino ha alcanzado un acuerdo con los exportadores, consistente en que éstos tienen que comprar un millón de toneladas a precio del mercado internacional y vender esa misma cantidad a igual precio a los molinos harineros, con el fin de que el precio en el mercado interior se sitúe a nivel del precio internacional. En contrapartida, a los exportadores que participen en este mecanismo se les otorgan permisos de exportación por una cantidad similar a la que compraron y siempre que paguen al contado las retenciones del 23% vigente en la actualidad.
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