En los últimos días, el debate por el precio de la leche se ha reavivado con declaraciones de varias asociaciones de productores que acusan a la Fenil de dar consignas a las empresas para reducir el precio que se paga a los ganaderos.
Desde Fenil, nos gustaría aclarar que en ningún momento se han dado consignas. A quienes aluden a pactos políticos en la industria, es oportuno recordar que el sector español está mucho menos concentrado que en otros países de la Unión Europea -la primera empresa española ocupa la posición 27ª en el ránking de la UE-, por lo tanto, resulta muy complicado llegar a pactos, dados los diferentes modelos de negocio de las empresas lácteas. Por otra parte, la existencia de la cuota láctea y el consecuente racionamiento del mercado motivan una competencia feroz entre las empresas, lo cual imposibilita llegar a ningún tipo de pactos.
Así pues, los argumentos de la Fenil para demostrar que el mercado se dirige hacia una reducción de precios de la leche en origen se basan simplemente en análisis globales de tendencias y en la observación de nuestra posición competidora en relación con los países del entorno. A partir del estudio de estos mercados competidores, es obvio que se generan argumentos que pueden llevar a las empresas a realizar movimientos de precios, pero siempre de forma individual e independiente.
Hay voces que apuntan a que la industria pretende bajar el precio en primavera para que en otoño el punto de partida esté más bajo. Con este argumento se vuelve a obviar la teoría del ciclo de la leche: si no se respeta el ciclo de la leche en primavera, en otoño las posibles subidas harían aumentar el precio medio anual, mientras en el resto de países éste sigue bajando. En consecuencia, se ampliaría el diferencial de competitividad por coste de materia prima respecto al resto de Europa, un diferencial que, de por sí, es ya el mayor de toda la UE.
En efecto, este diferencial de precios sigue creciendo de forma alarmante. Desde enero de 2002 hasta diciembre de 2006, los precios de la leche en origen en España superan en un 9% a los de Francia y Alemania. Y lo que es más llamativo: mientras el coste de la materia prima en Francia y Alemania se ha ido reduciendo a un ritmo del 6%, en España ha aumentado en torno al 3%.
A medio plazo, esta situación será insostenible. Como muy tarde en 2014-15, se dejarán sentir las reformas liberalizadoras de la Política Agrícola Común de la Unión Europea y desaparecerá el sistema de cuotas. Por lo tanto, debemos ir convergiendo a precios con la UE con el fin de estar preparados para la competencia internacional.
De hecho, es un objetivo explícito de la Comisión Europea un descenso de precios que permita ajustar el sector lácteo europeo a la competencia internacional. De esta forma, si no adoptamos esta tendencia en el corto plazo y mantenemos artificialmente los diferenciales de precios, acabaremos sacrificando irresponsablemente a toda la cadena de valor.
A pesar de que los argumentos son claros y las perspectivas de futuro, si no cambia la tendencia, muy pesimistas, determinadas asociaciones de productores insisten en culpabilizar a la Fenil de propiciar una bajada de precios en favor de sus intereses. En este sentido, con el fin de cargar la responsabilidad exclusivamente en la industria, hay quien asegura que “la distribución no está presionando para bajar el precio al consumidor como en otras ocasiones”. En efecto, la distribución no está bajando el precio al consumidor, pero sí está rebajando el precio de cesión. De hecho, en los últimos años, se ha producido un cambio de tendencia: la leche y los productos lácteos han pasado a generar márgenes importantes para la gran distribución.
Así pues, los precios de venta de la gran distribución no reflejan en absoluto la tendencia en los precios de cesión de las industrias, que en los últimos tiempos lleva sufriendo constantes recortes, tanto para marcas, como para marcas de la distribución, que han aumentado más que proporcionalmente.
En cualquier caso, lo único que pretende la industria es trasladar las condiciones de demanda a toda la cadena de valor y tratar de optimizar tanto en ventas como en costes. Es lo mismo que hacen, y es lógico y legítimo, las explotaciones ganaderas cuando buscan proveedores de piensos y forrajes que sean rentables, independientemente de su origen geográfico.
Otro tema que lamentamos enormemente es la regionalización de los conflictos en el sector lácteo. En un mercado global, no tiene sentido compartimentar la oferta discriminando la materia prima en función de su origen, sino que ello debería atender a decisiones logísticas y de negocio de cada empresa.
Por último, creemos conveniente responder al argumento de los productores que tiene que ver con la subida del precio de la leche en polvo y que utilizan para exigir a la industria el pago de precios más elevados por la leche en origen.
Este argumento, lejos de dar la razón a los productores, viene a confirmar la necesidad del ajuste y la convergencia en precios de los productores españoles.
El precio internacional de la leche en polvo ha subido, sobre todo, por la sequía que ha afectado en el último año a Australia y Nueva Zelanda, principales productores mundiales. A esto se ha unido el hecho de que las industrias lácteas europeas hayan decidido destinar mayores porcentajes de materia prima –comparativamente mucho más barata que la española- a la producción de quesos, como consecuencia del espectacular incremento de la demanda y de los precios de uno de sus subproductos, el lactosuero, -a causa del aumento en China de la demanda de carne de pollo y cerdo, que se alimentan con piensos que incorporan este lactosuero-. Esto ha provocado una auténtica avalancha de quesos europeos, a precios muy competitivos, en el mercado español. Así pues, la escasez de producción en Australia y Nueva Zelanda y la de Europa, motivadas por razones distintas, han llevado a este incremento de precios de la leche en polvo.
Esta situación no justifica unos precios de la leche española superiores, sino que aconseja más bien lo contrario. En primer lugar, porque España, que no tiene tradición en la producción de leche en polvo, no puede hacerlo a precios competitivos ya que el precio de su materia prima es más elevado que la media. Y en segundo lugar, porque en un segmento –el de quesos- donde sí somos productores, estamos recibiendo una avalancha de quesos de vaca europeos a precios que están fuera de nuestras posibilidades de producción.
De esta forma, nuestro diferencial de precios se está agravando, así que subir aún más los precios de la leche en origen ahondaría en esta situación de crisis.
Por lo tanto, pretender romper la estacionalidad del ciclo de la leche para llegar en otoño a precios de partida más elevados de los que correspondería a la tendencia actual, sólo ayudará a que el precio medio siga separándose cada vez más del de nuestros competidores. Esto es una irresponsabilidad absoluta para todo el sector lácteo nacional, industria y ganaderos, a medio plazo.
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