Según el New York Times, el gran auge del bioetanol en EEUU está representando un importante crecimiento de la demanda de maíz, lo que supone una nueva salida comercial y un aumento de los precios del producto.
Sin embargo, para algunos expertos en seguridad alimentaria el incremento de los biocarburantes a partir de materia prima agrícola es una realidad preocupante ya que el uso energético compite con el uso alimentario y la agricultura mundial está muy lejos de ser capaz de alimentar a las personas y los vehículos de forma simultánea.
Para el director del Instituto de Política Mundial (Earth Policy Institute) a nivel global los biocarburantes pueden traer como consecuencia aumentar los problemas de seguridad alimentaria y más hambre en el mundo. Los modelos alimentarios mundiales se pueden ver más inestables al relacionarse más estrechamente los precios de los alimentos con los de la energía.
Para Gustavo Best, de la FAO los cultivos bioenergéticos pueden suponer nuevas oportunidades para pequeños agricultores y financiar infraestructuras en zonas rurales, pero reconoce que suponen un nuevo reto para los problemas de seguridad alimentaria.
Sin embargo otros señalan que el principal uso del maíz que no va a bioetanol es la alimentación del ganado o la fabricación de edulcorantes y que con lo que compite el bioetanol es fundamentalmente con la alimentación animal.
Para los defensores de los biocarburantes, estos tienen la gran ventaja de ser “ecológicos” en el sentido de que al fijar carbono atmosférico en su producción contribuyen a mitigar la emisión de gases de efecto invernadero. La teoría es que el balance entre la producción y la combustión de los biocarburantes sería cero.
Sin embargo muchos no piensan así ya que hay emisiones y costes energéticos ocultos, ya que hay que tener en cuenta el combustible consumido en la producción de los fertilizantes e insumos, el consumido en las labores agrícolas, en el transporte y en la misma fabricación de los biocarburantes. Según algunos estudios, el balance energético global de la producción de biocarburantes es en muchos casos negativo, consumiendo más energía de la que se produce, con lo que se echaría por tierra su supuesto valor ecológico.
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