Históricamente, los espacios agrarios son los grandes olvidados en el planeamiento territorial de Catalunya. Cuando se trata de diseñar las estrategias que afectan nuestro territorio, se tiene muy presente que hay que dirigirse a unos planes sectoriales por lo que se refiere a sus efectos en espacios naturales, zonas forestales o zonas urbanas, en cambio, no se dispone de un marco para establecer qué criterios tienen que regir las actuaciones en los espacios agrarios. Esta situación resulta paradójica si tenemos en cuenta que Catalunya es un país mediterráneo con una fuerte e histórica predominancia agroforestal. Cuando se piensa en el campo, o incluso me atrevería a decir en espacios naturales, mucha gente tiene en su imaginario una imagen de bosques mezclados con pastos y campos de cultivo. Este mosaico paisajístico agroforestal tan valioso vive una situación de riesgo por el crecimiento de la superficie forestal pero sobre todo por el abandono de espacios agrarios. En un contexto mundial donde la soberanía alimentaria es y será un factor clave, no nos podemos permitir el lujo de perder el acceso en estas tierras por sostenibilidad, independencia y también para ser más competitivos.
Recogiendo el testigo del trabajo realizado por muchas personas a lo largo de muchos años de reivindicación del valor de los espacios agrarios catalanes, la Fundación del Mundo Rural y la Fundación Agroterritori presentamos hace unas semanas el resultado de un grupo de trabajo formado por algunos de los principales especialistas en la materia: el documento “Espacios agrarios. Definición e indicadores para su caracterización”. El objetivo de este ha sido definir de forma clara y consensuada qué entendemos por espacios agrarios y proponer una serie de indicadores que nos sirvan para caracterizarlos. Todo ello, con la misión de contribuir en la puesta en marcha de una planificación sectorial sobre los espacios agrarios en Catalunya.
Vale la pena destacar la metodología de este grupo de trabajo: basada en la participación y predisposición a escucharse para llegar a consensos. Así se proponen tres grandes bloques de indicadores: los primeros como vertebradores o estructurantes del valor de los espacios agrarios (como por ejemplo capacidad agrològica del suelo, productividad y tipo de modelo productivo, conectividad ecológica, grado de biodiversidad, etc); los segundos como indicadores que aportan un valor añadido a su caracterización (como por ejemplo grado de inversión en infraestructuras, espacios protegidos, valores de paisaje, denominaciones de origen y marcas de calidad, etc); y, por último, los referentes a especificidades de estos espacios como pueden ser la presión antrópica o el grado de diversificación económica que presenten.
Lógicamente, este trabajo sólo representa una contribución más para llegar a un marco de planificación que delimite el valor de los espacios agrarios en la heterogeneidad territorial catalana. Esto tendría que ser una prioridad para aquellos que se preocupen de los alimentos que comemos; de donde y cómo se producen. Cuanto más capaces seamos de producir alimentos de proximidad y calidad, más sostenible será nuestra sociedad, y dedo de otro modo, más soberanos, independientes y competitivos seremos. Todo esto sin los espacios agrarios y el campesinado catalán es imposible. Hacerlo posible también depende de nuestras prioridades por eso desde la Fundación del Mundo Rural mostramos nuestra satisfacción porque el Departamento de Agricultura catalán quiera llevar adelante coma prioridad de la legislatura una Ley del Suelo de Uso Agrario y que el documento promovido por la Fundación del Mundo Rural y la Fundación Agroterritori sea uno de los textos a tener en cuenta.
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