Los suelos de yeso, habituales en zonas áridas como Petrer (Alicante) o el desierto de Tabernas, albergan ecosistemas vegetales poco vistosos, a menudo considerados de escaso valor ecológico. Esta percepción ha llevado a que se destinen frecuentemente a usos industriales o urbanísticos, como polígonos, escombreras o plantas solares, y en ocasiones incluso se repueblen con pinos con el único fin de mejorar su aspecto.
Sin embargo, según investigadoras del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE, CSIC-UV-GVA), estos paisajes áridos esconden mecanismos de adaptación únicos que podrían aportar claves fundamentales para hacer frente a los desafíos del cambio climático.
Agua escondida en los cristales del yeso
El yeso (sulfato de calcio hidratado) contiene agua en su red cristalina, un componente que, según los estudios liderados por el IPE-CSIC, puede representar hasta el 20 % del volumen de la roca. Investigaciones con plantas gipsófilas como la jara de escamillas (Helianthemum squamatum) revelaron que algunas especies son capaces de absorber esta “agua de cristalización” directamente del mineral, sobre todo en pleno verano, cuando las precipitaciones son inexistentes.
Los experimentos desarrollados por el equipo de investigación confirmaron que hasta el 90 % del agua usada por estas plantas en verano no provenía de lluvia ni del subsuelo, sino directamente de la hidratación interna del yeso. Esta capacidad fue observada también en otras especies con raíces superficiales, gracias a un proceso combinado con bacterias, hongos y la producción de compuestos químicos por parte de las propias plantas.
Redistribución de nutrientes entre plantas vecinas
Más allá del aprovechamiento del agua, los estudios han identificado otro fenómeno singular: la cooperación entre especies para mejorar la supervivencia en condiciones extremas. Algunas plantas actúan como facilitadoras, generando microhábitats más benignos que permiten la aparición de otras especies bajo su copa.
Además, se ha documentado un intercambio de nitrógeno entre especies en función de su calendario de floración. Por ejemplo, aquellas que florecen más tarde, como la jara de escamillas, transfieren nitrógeno a las que lo hacen en primavera. Este mecanismo fue identificado mediante trazadores isotópicos y sugiere una organización comunitaria sofisticada, basada en turnos para aprovechar recursos escasos.
Lecciones desde la aridez
Estas estrategias de supervivencia, aparentemente invisibles, demuestran que los ambientes de yeso, lejos de ser suelos degradados, constituyen ecosistemas altamente especializados con una biodiversidad única. Se calcula que en el mundo existen unas 1.300 especies de plantas exclusivas de estos hábitats, muchas de ellas raras o extremadamente localizadas.
Tanto los mecanismos de captación de agua del yeso como las redes de cooperación entre especies podrían ser útiles para desarrollar soluciones agrícolas más resilientes o para la restauración de ecosistemas en entornos hostiles. Los equipos de investigación insisten en que estas zonas deben ser protegidas y estudiadas con mayor atención, por su potencial como reservorios de estrategias evolutivas frente a condiciones climáticas extremas.
Alejandro Muñoz / Contenido realizado dentro del Programa de Ayudas CSIC – Fundación BBVA de Comunicación Científica, Convocatoria 2023 CSIC Comunicación
Con gran satisfacción he leído este escrito. Se puede aprender mucho estudiando a las plantas y a los animales. Ellas y ellos son anteriores a la especie humana y por lo tanto han tenido más tiempo en mejorar su adaptación. No digo que hablan, pero todo es relativo.
En cuanto a los suelos yesosos, en determinadas condiciones son los mejores. Al menos para los que nos hemos pasado estudiando los tipos de suelo y tipo de plantas y animales. Suele existir una relación.
Estoy de acuerdo con el artículo y comentario de Jesús Moya. Debemos aprender más de estas plantas que se desarrollan en zonas y medios aparentemente inhóspitos porque de esos mecanismos de supervivencia que tienen se pueden extraer conclusiones que pueden servir para mejorar la resistencia de las plantas a la sequía.